Esta actividad puede ser considerada como uno de los preparativos fundamentales para aprender el arte del ser. Y es una de las actividades que personalmente encuentro difícil de practicar estando inmerso en un medio tan caótico e incoherente como en el que vivo. No obstante la práctica constante y la persistencia, me han permitido inducirme a el primero de los pasos que mucho tiene que ver con la atención, pero antes que todo, me gustaría manifestar algunos planteamientos respecto a la meditación budista que es en la cual se centra este apartado.
Primero. La meditación budista busca lograr la suspensión de la codicia, el odio y la ignorancia; actitudes muy características de la sociedad en la que me desarrollo y con lo que inevitablemente convivo día a día.
Segundo. Según Nyanaponika Mahathera (citado en Fromm, 2018) el fin de la meditación budista es la máxima consciencia de nuestros procesos físicos y mentales, pues en una de las primeras enseñanzas se habla de conocer la respiración sin pensar la respiración y todos los métodos para hacerlo convergen en lo que se llama “la vía de la atención”, “vía única” o “vía directa”. Fijar la atención en un solo punto y tener plena consciencia de ese punto, es decir, no hacer nada distraídamente, sino con plena concentración en lo que se hace. Por lo tanto, la repetición puede manifestarse en el acto de fijar la atención, pues para mantenerse atento hay que enfocarse en una particularidad, y si tuviera que ponerle una imagen a esto pienso que sería como tomar muchas fotografías a la misma macha en la pared por un tiempo indefinido hasta dejar de mirar lo que se encuentra alrededor de la mancha pero ¿Cuántas fotografías necesito tomar para que esto suceda?
Esta reflexión me lleva a pensar en el trabajo que realiza Motoi Yamamoto. Utilizando sal realiza instalaciones en las que pone de manifiesto su concentración en la actividad para realizar enormes dibujos. El elemento material en él es importante puesto que la sal en su cultura es indispensable en el rito de pasaje a la muerte.
En este punto, según Fromm, “…Quien ha llegado al estado de plena atención es ya alguien despierto, consciente de la realidad en su profundidad y concreción: es concentrado, no distraído.” La meditación requiere entonces un estado de aparente calma, donde lo que trabaja es la conciencia, y pienso que la meditación no solo se limita a poseer la máxima conciencia respecto a los procesos internos sino también externos, es decir, meditar es una invitación a vivir en la conciencia de los actos y los hechos.
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Referencias
Texto: M. López S.