Lo incontrolable de la mirada
Texto: M. López S.
2015

Conocer los porqués de la conducta humana siempre ha sido un tema que me ha llevado por diferentes caminos en busca de algo que me ayude a conocer en el fondo algo de mí misma. Existe una frase de Heráclito (citado en Auster, 1994:9) que dice “Si buscas la verdad prepárate para lo inesperado, pues es difícil de encontrar y sorpréndete cuando la encuentras” y yo he encontrado cosas que no necesariamente pueden ser verdades para mí pero indudablemente me han sorprendido y al mismo tiempo me llevan a cuestionarme sobre las verdades propias. Una de estas cosas que he descubierto y que además he aprendido y me ha ayudado a entender algunos de esos porqués de los que hable al principio es que el ser humano por naturaleza es egoísta. Y aquí empieza la búsqueda.

Al hablar de egoísmo tengo la necesidad de aclarar que esta no es una idea propia, se que la escuche de alguna otra boca o que la leí en algún libro, sin embargo la experiencia es lo que me ha llevado a tomar esta idea como una verdad para mí, porque además considero este término como un concepto universal. Ninguna persona escapa a esta característica, en mayor o menor proporción absolutamente todos cabemos dentro de él. Por qué mi interés en el egoísmo. Coincido con Freud (Citado en Galimberti, 2006:368) en que el egoísmo es lo que antecede a la autoconservación del individuo. En resumen, necesitamos del egoísmo tanto como del aire o el alimento. De esta palabra podría ser armada toda una tesis, sin embargo mi interés va en el sentido de que considero egoísmo como sinónimo de soledad.

El interés por hablar de la soledad surge a partir de que desde hace tiempo me di cuenta que muchas de las cosas que leía, escuchaba o veía en el cine tenían como constante este tema. Jaime Sabines le escribe a la soledad como una compañera inseparable, como un deseo necesario y además lo transmite. Joaquín sabina habla de “esa amante inoportuna que se llama soledad” y como estos ejemplos muchos otros.
Esta búsqueda ha tomado un rumbo diferente del que en un inicio me hacia avanzar, y a cada paso que doy descubro que las vertientes por las que desemboca son variadas. En este punto, he decidido hablar de soledad como parte inherente de identidad, pero cómo es que se constituye esta identidad.
Necesito que el otro me vea para existir. Así es como comienza la vida, siendo visto por otros, cuando mi madre me mira mientras me alimenta, cuando mi padre me nombra mientras escucha música conmigo, cuando mis hermanos o compañeros me involucran en sus juegos. Así comienza la vida de alguien que sabe que existe. Pero esta relación entre yo y los demás no siempre se manifiesta en la interacción directa con ellos, en realidad es una relación egoísta, puesto que los pensamientos que tengo la mayor parte del tiempo parten de mi bienestar. Ya Sartre lo mencionaba acertadamente: "Lo que capto inmediatamente cuando oigo crujir las ramas tras de mí no es que hay alguien, sino que soy vulnerable, que tengo un cuerpo capaz de ser herido, que ocupo un lugar y que no puedo en ningún caso evadirme del espacio en que estoy sin defensa; en suma, que soy visto. Así la mirada es ante todo un intermediario que me remite de mi mismo a mí mismo" (Sartre, citado en Bodei, 1997:107).

Entonces, estas miradas que los otros tienen para conmigo son solo recordatorios de que, dentro de mi existe un mundo, lo único que me pertenece realmente, eso que solo yo soy capaz de cuidar o destruir.
Utilizo como referente lo que los otros dicen de mí para constituirme como individuo. Mi individualidad se construye en el seno de la familia, cuando se me otorga un nombre, y además soy llamada por este; después, cuando inicio la vida escolar tengo un número de lista y una calificación además de un nombre, entonces empiezo a ser reconocida por los otros (familiares o no) como la que trabaja bien y bonito en la escuela. Y así podría seguir hasta el punto donde todo se detiene. Lo anterior es lo que Clement Rosset (2007:10) llama identidad social, y hago esta aclaración por que el autor comenta que tenemos una doble identidad, la que incluye una identidad social y una identidad personal. La primera en palabras del autor es “…la única identidad real…” y coincido con él, puesto que esta es la credencial con que nos movemos en la realidad y siendo esta una convención social es evidente que mi identidad social sea la única real. Por lo tanto, las miradas de los otros construyen mi identidad, los otros, como publico o participantes en nuestra vida se vuelven parte fundamental en este desarrollo. Pero no solo es fundamental en la realidad, sino también en ese otro mundo al que indudablemente en algún momento llegamos. El sueño.
Un sueño común es aquel donde de pronto sin razón aparente estamos desnudos en público. En algún momento he pensado que el sueño es un lugar seguro, una zona de confort porque además nos aleja de la realidad, y el filósofo Burdach lo confirma: }"…nunca se retoma la vida diurna con sus esfuerzos y goces, sus alegrías y dolores; más bien el sueño se propone liberarnos de ella. Aun cuando toda nuestra alma este ocupada por un objeto, un profundo dolor desgarre nuestra interioridad o una tarea acapare la totalidad de las fuerzas espirituales, el sueño nos proporciona algo por completo ajeno, o toma de la realidad solo elementos singulares para sus combinaciones, o se mimetiza con nuestro estado de ánimo y simboliza la realidad" (Citado en Freud, 2001: 34).

Sin embargo el hacía referencia a este sueño como un sueño de complemento, como un secreto benéfico de la naturaleza autocurativa del espíritu. Pero, para estos fines, es el sueño el estado de relajación profunda en la que entra el cuerpo y en el cual éste y la mente de alguna manera es en lo -casi- único que son capaces de ponerse de acuerdo, ese volver al estado de vigilia que requiere experimentar el proceso de retornar de lo inconsciente a lo consciente con la información que nos permitimos recordar. Ese lugar en el que nuestras fantasías, temores y deseos encuentran las condiciones optimas para volverse materia mental; es ahí donde permitimos que esa otra realidad se organice y se vuelva real mientras estamos ahí. Y es ahí, donde algunas personas hablan sobre ese sueño recurrente que, sucede en diferentes circunstancias, pero, la esencia es la misma. La situación es la siguiente: Lo que se recuerda con mayor claridad es el momento justo en que te encuentras completamente desnudo y completamente solo en un lugar (este puede ser abierto o cerrado) rodeado de una multitud de gente de la que solo percibes las miradas; sientes como las miradas te visten con el traje de la evidencia. Sin buscarlo -o tal vez buscándolo pues detrás de cada acto humano va escondida una intención- te haces visible.
En este suceso existe la siguiente dicotomía. Te haces visible ante los otros y al mismo tiempo te separas de ti para mirar a los otros y te das cuenta hasta ese momento de que como dice Octavio Paz (2000:211), cuando te sientes a tí mismo te sientes como carencia de los otros, como soledad. Entonces, la mirada, los ojos del otro se vuelven parte importante de ese sueño con tintes de realidad en que participamos.
El lugar donde te encuentras en ese momento se transforma en un mundo de rostros con ojos dentados que se desbordan y te absorben hasta perderte en ellos. Te tragan con la mirada, tu piel es desgarrada por los aturdidores murmullos de esos rostros. El lugar se vuelve un contenedor hermético de ansiedad insoportable que te obliga a volverte a ti mismo y preguntarte si es que realmente estas solo en el mundo. El sueño entonces se vuelve tangible, pues en la realidad material la mirada del otro existe, existen sus ojos y las intenciones de estos. Y cómo es que nos damos cuentas de las intenciones del otro.

El rostro manifiesta agrado o desagrado hacia algo. No solo verbalmente se puede decir esto me gusta…esto no me gusta, pues el rostro, al igual que las palabras, tiene un lenguaje, y de este, la mirada juega un papel importante. Un rostro es un espejo que aprende a mirar y a ser mirado a través del tiempo, el rostro interpreta y es interpretado a partir de los gestos que elabora, y al paso del tiempo madura pero existen ciertos rasgos que por mucho tiempo que pase, se mantienen, como si su madurez dependiera de su constancia.
En el rostro se reflejan emociones. De aprobación o rechazo, de bienestar o malestar; es ahí donde vemos reflejado (sobre todo si es un rostro de alguien trascendental) lo que somos y lo que hacemos. La repetición, aquí, se vuelve parte fundamental en el pensamiento y el recuerdo que remite a uno mismo, y es que a pesar de encontrarte en medio de las miradas, ya sea en el sueño o en la realidad, esas miradas son de un solo rostro; el rostro inquisidor que te recuerda que has sido descubierto, la imagen de la autoridad exigiéndote cumplir con el deber, la mirada del ser amado repitiéndote que le eres necesario. Así es como se forja el carácter, a partir de los aciertos o errores que son evaluados por las miradas de otros.

Así es como en la pieza escultórica sobre la que se trabaja manifiesta estos conceptos. La repetición de los rostros, el desbordamiento de la pared, la técnica del molde de forja en el cual cada rostro lleva implícito el pensamiento sobre cómo se va moldeando el carácter a partir de esas miradas, como se moldea la identidad de un individuo, cómo a partir de un material tan frágil en esencia como lo es la arcilla se pueden desbordar un cumulo de ideas, pensamientos, señalamientos o juicios sobre alguien. La arcilla entonces pasa de ser un material elástico, suave, dependiendo la preparación, “…si contiene o no arena o chamota.” (Waite, C. 2007:12) a ser el material resistente que sostiene la mirada de esos rostros cuando estoy frente a ellos. La arcilla que en su origen es polvo y como el agua tiene la capacidad de tomar la forma del objeto que lo contiene se transforma en el proceso en algo totalmente rígido, firme, adquiriendo la característica de la durabilidad, de la permanencia en el tiempo.

Finalmente, el permitir que otros te vean es un acto que se vuelve incontrolable, escapa de tus manos y entonces tú buscas protegerte de eso. El acceso a tu intimidad se vuelve limitado y solo dejas ver lo que quieres que otros vean de ti. Por ejemplo, Tracey Emin en una de sus piezas permite que otros miren una parte de su intimidad, al exponer su cama en la galería. Se dice que My Bed “…se puede leer como un autorretrato que no necesita recurrir a su propia imagen.” (García, V. 2014). Entonces, Emin identifica y a la vez se identifica en esta pieza pues para ella simboliza una etapa de su vida importante y permite que las miradas de otros sean quienes juzguen para sí mismos.

Gillian Wearing por su parte, propicia condiciones de seguridad para que las personas puedan mostrar algo de su intimidad que haga que las miradas se vuelvan hacia ellas y al mismo tiempo mantenerse en el anonimato. En su pieza Confess All On Video. Don’t Worry You Will Be in Disguise. Intrigued? Call Gillian (Confiéselo todo en video. No se preocupe, estará disfrazado. ¿Intrigado? Llame a Gillian) de 1993-94. En esta obra, la artista debuta con el uso de la máscara, que será un elemento primordial en sus trabajos posteriores, pero en este principalmente, la máscara parece tener una función para “revelar la verdad dejándonos con interrogantes sobre lo genuino y el artificio, lo conocido y lo reservado sobre nosotros mismos.” El disfraz se constituye en un medio de escape liberador para el “yo” y una compleja forma de desplazamiento de la identidad. (Colorado, O.)

Así, Wearing otorga la posibilidad de evidenciar en el anonimato, ya que finalmente, en ciertos niveles, todos tenemos algo que decir para ser vistos, porque en realidad queremos ser vistos, aun detrás de una máscara.
Es así, como a partir de la búsqueda de la soledad no puedes evitar encontrarte con la cuestión sobre si tu identidad es propia o no. Viajar a través de la soledad otorga la posibilidad de re-formar una identidad quizá no eligiendo las miradas que caen sobre ti, pero si dándote la posibilidad de mirarte en esos rostros o dejarlos pasar de largo, pues al igual que la arcilla cruda es efímera y con un aguacero se desbarata, en los otros existe siempre la posibilidad de que un aguacero los haga correr para cubrirse y así, desviar su mirada y entonces uno tiene en sus manos la elección de a quien mirar.
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